viernes, 13 de diciembre de 2013



Trabajo Final
Cuento y protocolo
Benítez, Nuria

Tierra de “Nadie”
¡No pibe, no! ¿Qué hiciste? ¿Cómo vas a garabatear sobre esta pared?  Si te ven los de la casa  te matan. Este paredón es sagrado,  no se toca. El dibujito este es todo un emblema para el barrio… Pibe.
Lo pintó El Gringo en la década del 70’, tres años después de haber  llegado a la Argentina. Tuvo  quilombos con la policía en su tierra natal y  aquí siguió haciendo de las suyas.  La osadía de algunos seres alcanza cotas insospechadas.
El día que pintó esto, la  dueña del paredón le  prometió que lo cuidaría hasta el final de sus días. Y la vieja cumplió con la promesa y mucho más, porque ahora lo cuidan sus nietos. Si te ven metiendo mano, te matan.
El tipo tuvo problemas con la policía por algunas pintadas y hasta con la Fundación Soldi, referente de la cultura de elite de la zona. El propio pintor cuando vino a pintar la Iglesia Santa Ana lo buscó para hacer los frescos que hoy se encuentran en las paredes de adentro, pero El Gringo le dijo que se metiera el pincel donde la espalda pierde el buen nombre. A partir de ese día fue un paria, perseguido por la creme de la creme de Glew.
Con el tiempo creció su popularidad y dicen que se divertía tirándole  la lengua a los que inventaban  leyendas, inexistentes amistades y supuestas correrías nocturnas. No ha faltado quien atribuyó las pintaditas a una imaginativa campaña publicitaria; quien aseguró que el Gringo pertenecía a una secta, otros decían saber de buena ley que en realidad se trataba de un espía.
Igualmente al tipo no le importaba nada. Se convirtió en una sombra fugaz, que dejaba a su paso una estela de color. Dicen que tenía de guardianes a los borrachos y prostitutas de la zona que coincidían en la plaza a altas horas de la noche. Esa que está ahí.
El tipo a pesar de sus cuidadores cayó alguna que otra vez en cana. Una vez para Navidad se hizo una redada, justo en esta esquina. Lo agarraron distraído;  estaban entonces, según testigos presenciales, como si en una operación milimétricamente planeada hubieran capturado al enemigo público número uno. Dicen que le pegaron el rostro al piso, que lo sostuvieron por la espalda y que él giró la cara para ver quién era su verdugo. La mirada del Gringo no emanaba furia sino la intensidad de una verdad que alteró al cabo que lo sometía. Sus ojos azules brillaron como la luna misma. Desprendían millares de pequeños fragmentos luminosos. Otearon el rostro del cabo, desde la cicatriz de su mejilla izquierda hasta la sombra  que se dibujaba en su mejilla derecha. Volvía una y otra vez al movimiento inicial, de izquierda a derecha. Se instalaba un segundo en sus ojos y retomaba el movimiento que lo llevaba a recorrer ese rostro, denunciando en ese gesto al hombre entero.
Fue su  primera detención, se produjo porque alguien lo buchoneó. El Gringo había estampando su firma en el paredón de atrás de la comisaría, sobre una imagen de una prostituta masturbándose. Cuentan que la mina era igual a las de Divito. ¿Sabés quién era Divito? Qué vas a saber vos de Divito, pibe. En fin.  El dibujito era una obra de arte, che. Duró poco. El mismo  comisario junto al resto de la yuta lo taparon en minutos; no le alcanzaban las manos a los tipos. Por ese hecho les quedó de apodo “Los pulpos”.
Dicen que El Gringo era testarudo y que sólo aparentaba no entender mucho el español, que se hacía el dolobou cuando alguien quería entrometerse en su vida. Un amigo mío me contó con lujo de detalles lo que le dijo después de que lo soltaron por el asunto de la prostituta…
¡Claroooo! Me miras como sino supieras de  lo que te hablo. Más de una vez te dije que no le des confianza al tipo. No te resulta extraño que minutos después de conversar con vos te cayera la yuta, que hayan entrado por ambas esquinas, que no tuvieras tiempo de escaparte. Era para encajonarte, flaco. Vos porque sos yanqui  pensás que te las sabés todas, pero no, no es así,  Gringo. Acá la yuta vuela cuando se trata de los pavotes como vos. Eso sí, cuando tienen que buscar a los peces gordos se hacen bien los boludos. Igualmente creo que derrapaste con el dibujito de la putita masturbándose, fue muy fuerte Gringo. Acá nadie construye el chiquero frente a su casa. ¿Qué,  no me entendés? ¿Qué se lo pintaste en el paredón de atrás? Ya sé que se lo pintaste en el paredón de atrás Gringo. No entendés nada Gringo, no entendés nada.
¿Sabés cómo se llama el tipo con el que hablaste? Buchón, así se llama. No, no es el apellido, es un ¿Cómo decirte? Son esos que hablan de más, venden información a la yuta. Sí, sí, por money, money. Pero estos no se van a Las Vegas o a Mónaco como en la canción, Gringo. Estos venden tus palabras, tus pensamientos ¿Entendés? Tenés que tener más cuidado. Entre lo que pintás y los que hablás un día te vamos a encontrar en una zanja. No Gringo en un zaguán no, en una zanja. Pero me cache en diez, hablar con vos en español es más jodido que sacarle el hueso a un doberman.
No me mires así. Y sí Gringo, te fuiste un poquito al carajo ¿Qué querés que te diga?
¿Qué te asesinaron la putita? Todos sabemos quien era esa mina ¿Eso te molestó? ¡Ahh, eso sí es cierto!! Asesinaron tu arte.
El Gringo se hizo famoso en el distrito. Esto es lo único que queda de él. Fueron diez años meta pinta que pinta. Y tan solo este dibujito sobrevivió. Es como dijo un amigo: “A éste sí que no lo pudieron asesinar”. Es como el alma del Gringo…
Es más, vas a pensar que estoy loco pero yo mismo escuché una noche en esta misma esquina, a alguien que cantaba el tango que más le gustaba al Gringo, Nostalgias, ese que dice “Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un sufrir...¿Lo conocés? Qué lo vas a conocer. En fin. Yo y todos los vecinos hemos escuchado pero nadie ha visto al tipo que lo canta, cuando doblás la esquina, la música desaparece de una. El alma del Gringo está acá.
No suelo interrumpir la lectura a mis estimados lectores pero debo advertirles que de aquí en más lo que escribiré no será fruto del ánimo de un escritor que se malgasta en palabras. ¡No! Será la impertinente voz de alguien que se malgasta en la redacción de un diario de cuarta. Cualquiera que conozca una redacción por dentro sabe que es frecuente el gesto desdeñoso del jefe de redacción  cuando lee un original que ha sido impregnado por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.  
              -Uhmmm… ¿Haciendo literatura aquí?
              - Oiga mozo… poesía aquí no… Aquí hacemos noticias… Deje las metáforas para los poetas.
Les aseguro que la historia del Gringo no es materia para una simple crónica policial. La historia del Gringo es sin ninguna duda una de las historias más poéticas que he escuchado.
El Gringo había enloquecido por una mujer;  se enamoró de ella con la desesperación del náufrago que abraza la tabla salvadora. Era morena, de rasgos exóticos. Le sedujo esa oscura melena de cabellos rizados, salvajes, mata de pelo sombría. Lo enloqueció la mirada que surgía de aquellos ojos de acero. Se enamoró por todo lo que había en su figura, porque era fuerte y extraña, por su aire de zíngara, por los ecos que cargaba su cuerpo, por el sol que habitaba su piel y calentaba sus vestiduras. Se enamoró porque ella era el viento mismo hecho silueta que recorría su cuerpo. Porque era sombra peregrina desde la aurora hasta el crepúsculo. Se enamoró en un instante, porque se reconocía en ella, por su existencia de pájaro libre, porque emanaba el silencio que sólo rodea a los seres errantes. La amó por su naturaleza fugitiva, porque era ladrona de almas. Y la odió por todas esas mismas razones. Porque ella no era de “Nadie”. Simplemente era de todos…
Al Gringo nadie lo vio marcharse, nadie lo vio morir. Desapareció con la última pincelada dada al dibujito que hoy tiene de protagonista este cuento.
El Gringo firmaba autógrafos, pibe ¿Me entendés? Yo tengo uno.
¿Qué querés que te diga, pibe? Las paredes de esta esquina hablan por sí mismas.
 Yo que vos me rajo enseguida. En un rato los nietos de la vieja salen, y a vos se te arma.
Rajá, nene, rajá.

Protocolo de escritura.
Luego de leer la consigna para el trabajo final pensé en dos cuentos: “Tierra de Nadie” y “Las patas en las fuentes”. Aunque el segundo había sido comentado en clase y yo tenía las anotaciones de esos comentarios, consideré que el primero había tenido un número mayor de intervenciones, las cuales podían guiarme con mejor tino hacia la reescritura de la versión final.
Decidí que el eje del trabajo estaría guiado por la última intervención hecha,  la cual muestra algunas contradicciones y vacíos en el relato y que ahora debía solucionar.
Elegido el texto y el eje de corrección retomé la consigna y comencé la lectura del cuento. En primer lugar debía cambiar la metalepsis. Leí el material bibliográfico dado en el taller y un trabajo de Jorge Lagos Caamaño “De la metalepsis a la antimetalepsis: de Quintiliano a Genette. En él el autor da un ejemplo de metalepsis que se presenta en la obra “La Niebla” de Unamuno. Este ejemplo me resultó ilustrativo y decidí elegir este modo de introducir la metalepsis en mi relato.
Pensé en el clima del relato e imaginé el paso transgresor de un nivel narrativo a otro. El nuevo narrador sería el escritor del cuento. Mediante un embrague que detiene la voz del narrador inicial doy paso a una metalepsis de autor. El autor (personaje) que elijo es un escritor de cuarta  con algunas ínfulas que trabaja para un diario local. No deseaba que estas ínfulas quedaran expuestas de forma directa por lo tanto decido que esta arrogancia quedara solapada en ciertas expresiones que este personaje realizaría con tono natural y casual como por ejemplo: “(…) cuando lee un original que ha sido impregnado por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.” Haciendo referencia a todos los escritores de ficción y no sólo a su persona.
Una vez establecido el formato general de la metalepsis pensé que un fragmento del texto que había decido borrar cuando leí las intervenciones, encajaría mejor en este proceso. Para ello debí realizar una modificación en la voz del narrador, de primera persona a tercera persona.
Mientras realizaba esta modificación se me ocurrió resolver el tema del título que había quedado pendiente en los anteriores pre-textos. “Tierra de nadie” había sido elegido por su doble significación: aquel espacio donde la norma y el estado no intervienen por diferentes razones, entre ellas una profunda cultura marginal que ha copado el espacio; pensé en su momento en los pasillos de Fuerte Apache y la posibilidad de entender esta negación de presencia de la norma como la posibilidad de interpretar  que,  si no le pertenece   a “Nadie”, por lo tanto, le pertenece a  todos. Surge aquí la idea de utilizar la descripción del personaje de la prostituta como  analogía del espacio y ser el motivo del espíritu “conflictuado” del Gringo.
Otro tema que debía resolver era el del detalle (creí haberlo hecho cuando describí en el último pre-texto a la prostituta). Comencé a leer el cuento  y decidí que no sería un objeto material el que utilizaría para desarrollar el detalle. En realidad me di cuenta que los objetos materiales no tenían mayor relevancia en este relato. Comencé a pensar que cosas estarían con mayor fuerza al servicio de la historia contada. Resolví que la mirada del Gringo en el momento de la detención sería lo más apropiado, no sólo porque le daría al lector la posibilidad de saber algún aspecto físico del personaje, hasta ahora sin revelar, sino porque en esa mirada también estaría la clave para la interpretación del texto.
En este momento que estoy escribiendo el protocolo, cuya actividad me obliga a retomar la lectura del cuento, puedo observar que hay datos innecesarios, que ya no son útiles, ni siquiera afines a las modificaciones realizadas. Por lo tanto comienzo a borrar esos datos. Pienso si en una actividad como esta, donde la escritura del texto está sujeto a una consigna y éste a su vez también a la escritura de otro texto que se desprende de él, será difícil determinar, cuándo se termina la actividad.
Una lectura final da por terminado el trabajo.

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