viernes, 13 de diciembre de 2013



ALMAS GEMELAS

  Ellas juegan juntas en la habitación que comparten, se divierten inventando historias, frente al espejo. En el cuarto hay un gran ventanal que da al jardín y al abrirlo un dulce aroma a jazmines penetra perfumando todo el ambiente y acariciando sus rostros de niñas traviesas. El caserón  que habitan se ubica al final del pasaje  Los cerezos.  Los dueños anteriores  habían marchado a su tierra natal, después de que gran parte de la finca sufriera un incendio que se cobró la vida de la pequeña hija del matrimonio yugoslavo. Es entonces cuando Clara y su esposo compran la propiedad a mitad de su valor. Y construyen la familia que tanto habían anhelado.
  Viendo estas viejas fotos llegan a mi mente recuerdos de mi infancia, de ese caserón, del florido jardín. Cuantas alegrías, ¡uy!, esta foto de mi cuarto y…el espejo. El espejo de pie, marco de madera de cerezo,  tallado con arabescos, herencia de mi bisabuela Clara. Era el compañero de juegos. Su forma oval con bordes biselados asemejaba un gigante camafeo.
A una le encanta el día y las flores perfumadas,  la otra prefiere la penumbra  del interior del cuarto, afuera se aburre. Cuando llega la noche, las pequeñas juegan con la escasa luz del velador intentando no hacer ruido que alerte a sus padres. La última vez que su mamá irrumpió en la habitación, fueron sorprendidas saltando sobre la cama convertida en trampolín de circo, y les dio tal reto que una de ellas empezó a temblar con su rostro serio, su brazo pegado al cuerpo, mientras la otra sonría desafiando a su madre.  Tomó la mano de su gemela fuertemente como diciéndole “ya está  no es para tanto”; logrando que su madre saliera enojada del cuarto amenazando con castigos, que al día siguiente ambas olvidarían.
Ellas, tan iguales pero tan distintas, no podrían existir la una sin la otra. Sólo ellas compartían los secretos más increíbles de sus vidas.
El viejo caserón necesitaba algunos retoques, pintura y un cambio de muebles
Los fleteros bajaron del camión los nuevos muebles y siguiendo las indicaciones del padre. Fueron cambiando los viejos por los nuevos. Las blancas paredes del cuarto infantil cobraron un color durazno y las cortinas oscuras fueron reemplazadas por hermosas telas floreadas con vivos colores. Ese antiguo espejo de pie compañero de juegos no resistió el movimiento y cayó fuertemente sobre las baldosas del piso, quebrándose en mil pedazos como aquella niña atrapada en él, que no respondería más a su imagen para salir a jugar.
Luego de escribir esta historia, apague la computadora, sin guardar los cambios. Discúlpenme estimados lectores,  pero  la visita  que le hice a Laura en el neuropsiquiátrico y su imagen recorriendo viejas fotos aturdiéndome con la niña del espejo, no es cosa que desee volver a escribir.
               
PROTOCOLO:
He elegido este cuento para intentar amigarme con él, ya que sentí la necesidad de revisarlo y ver como ese primer cuento no quede abandonado sin la posibilidad de que crezca en su significado, en su forma.
Decido modificar el cuento a partir de la observación y análisis de las correcciones realizadas por  la profesora y los compañeros. En primer lugar descarto partes que consideré innecesarias al sentido global del texto.  Anoto que deberé tener en cuenta que el relato exige volver sobre cuestiones que se describen, como por ejemplo el ventanal y el aroma a jazmines.
Pienso en el marco espacial y le agrego una descripción del caserón y un suceso que explicaría de forma sobrenatural la presencia de la niña del espejo. Siendo el espejo el eje del  detalle, ese objeto  es relevante  en el relato. Entonces construí una analogía entre el espejo y la figura de un camafeo. Ya que este objeto encierra una imagen tal como el espejo.
A partir de la introducción de un narrador protagonista  quiero lograr el salto temporal  y un nuevo nivel narrativo que se presenta con la focalización del nuevo personaje, que es la misma niña en su adultez.
Suprimo el fragmento donde la niña viaja con su madre a la casa de la abuela ya que ello ya no tiene sentido y perjudica la lógica del desarrollo del cuento.
Pienso en como cumplir con el agregado de una metalepsis al relato y decido por una metalepsis de autor que me parece lo más acertado para este cuento. Sin olvidar que debía retomar la figura del ventanal y el perfume a jazmines. Además, ambos elementos dan cuenta que el autor es el nuevo habitante del caserón.

Cuento Final. Damiana Bella

 El enemigo en casa

En cuanto su nariz rozó la fría superficie de la puerta pudo ver a través del ojo de la cerradura un rasgo de profunda tensión que orbitaba entre línea y línea; parecían pinceladas hechas por la mano de un artista que con insolente temple las facultó para crear un laberinto oscuro. No pudo determinar si partían del núcleo negro, si éste las paría expulsándolas a la zona periférica o en realidad se las devoraba. El centro cuya forma es la de un diafragma contráctil, palpitaba como el corazón de un animal acechado o como el de alguien que había sido perseguido por la anormalidad de las cosas. De repente se detenía y en cada detención el núcleo se agrandaba, luego se reducía. Rodeaba la zona oscura un tapiz blanco craquelado con otras finas líneas rojas. Estas líneas se mezclaban con las otras del centro. Una enmarañada estructura circular oscura respiraba, se ahogaba, se fundían con el ojo la cerradura y con su propio ojo que lo conducía a un profundo abismo sin retorno.
Había sido una extensa jornada, lo sintió en el cansancio de sus huesos y en una especie de irritación contra el mundo. Gerardo Pogonza estaba harto de su trabajo, de la computadora, del horario fijo, del ruido del fax, del café siempre lavado, o su opuesto, quemado y fuerte. De los chistes que hacia  su compañero Ramírez y de las porciones de mozzarella que siempre pedía en la pizzería de la esquina. Estaba harto de que le hablara de la pequeña Milagros. Conocía los dos años de la niña como si fuera su propia hija; que sí se cayó, que sí había levantado fiebre, que sí dijo una palabra nueva, que sí prefería a Xuxa, en vez de Panam o al sapo Pepe, que sí la ropa le quedaba chica y Mariana tuvo que ir al Once por nuevos talles. Todo lo irritaba, todo lo que sucedía monótonamente, día tras día y hora tras hora en esa oficina de expedientes judiciales que lejos de acercarlo a su ilusión de terminar con la carrera de abogacía, y ser él quién llegara a la UFI Nº4 a consultar sobre los movimientos o citatorios de las causas, seguía siendo el mismo empleado administrativo por más de ocho años. Le había prometido a su madre, aunque en realidad era una promesa que se decía para sí, trabajar un tiempito mientras cursaba los dos años que le faltaban, además conocería colegas, y podría, quién sabe, llegar a trabajar en un prestigioso bufete de abogados y ser con el tiempo, el Dr. Gerardo Pogonza, un famosos letrado entre los letrados, le decía, con los ojos llenos de brillos y esperanzas.
Pero nada de eso sucedía, los años pasaban  y con ellos  los sueños se esfumaban. La realidad y el tedio lo devoraban. Había probado en los primeros años, trabajar y cursar un par de materias pero sólo había conseguido meter tres de las siete pendientes y ya a esta altura con casi cuarenta años cumplidos, no sabía que deseaba más sí ser abogado o tener una pequeña Milagros en su vida.
 
Recordó el expediente nº3845, sobre un robo cercano a su domicilio y rápidamente volvió  aquella acta que hubiese querido borrar:
                                                                                          Comisaria Quilmes 5ta

            Nota Nº238/13                                                Noviembre 17 del 2013

Al Sr. Director:
Luis Martínez Arévalo.
Registro Único de Infractores de tránsito
Ciudad de la Plata

                                Por intermedio de la presente elevo a Usted acta nº 00114818, GERARDO MATIAS POGONZA, DNI 20.630.631, conductor titular del auto marca Volkswagen, modelo 2002, patente DER-451, labrada por personal de esta seccional, por motivo de infracción cometida, mal estacionamiento, lugar calle Rivadavia y Av. Alem. Quilmes Centro.
A los fines que estime el tribunal.

La infracción fue un motivo más para atormentar su existencia. Atormentada, no porque sucedieran  cosas extraordinarias, en la vida de este hombre, sino porque al igual que en El proceso el señor Pogonza se vio absorto por un mundo burocrático, y lo mismo que el Sr. K se la pasa subordinado a expedientes. En esto deberíamos coincidir, pues los caminos administrativos, provocan en quienes los padece una neurosis alarmante.
 
Solo unos pocos metros lo separaban de su casa; subió los cuatro escalones de entrada, estaba  frente a su puerta, sacó las llaves de su bolsillo derecho con nerviosismo, su mano húmeda no permitió asirlas y cayeron al piso rompiendo el clima tenso que lo había acompañado desde la salida de su trabajo. Sonrió amargamente y lamentándose se dijo _ Pobre Gerardo, más te vale darle un giro a tu vida _, luego se agachó despacio para tomarlas. Lentamente recorrió con su vista la puerta, descubrió que los años no sólo habían hecho estragos en su cuerpo. Volvió a sonreír, aunque esta  fue una sonrisa de aceptabilidad; aceptar que no era ni tenía lo que se había prometido cuando le prometió a su madre hace ocho años atrás, pero sintiendo que aún quedaba esperanzas.

Estaba acomodando su  cuerpo para incorporarse cuando vio un pedazo de papel blanco que asomaba por debajo de la puerta. Apoyó una rodilla en el piso y extendió una pierna hacia atrás. Si era lo que esperaba, daría sepultura, por lo menos por esa noche (y quién sabe a su presente que se convertía día tras día, en un enemigo sin tregua) a las horas de fastidio, malhumor e irritación que lo habían acompañado gran parte de este último tiempo. Tardó segundos en abrir la nota y leer –Te espero en Café San Juan. Lo único irremediable es la muerte. No te retrases.-

 Aunque no quiso volver al centro del cual siempre buscaba huir, la frase lo llevó donde siempre. Lo único irremediable es la muerte le habría dicho su padre días antes de su fallecimiento y Gerardo lejos de buscar la vida, cada día se aceraba más a una muerte disfrazada  de vida. Lo único que hacía era levantarse, ir al trabajo, pasar por el kiosco del tano y seguir las cuadras que faltaban hasta su casa. – Veníte el sábado, comemos algo en la pizzería del juzgado y después vemos… podemos ir para el boliche- le dijo el tano el pasado viernes. –No se capaz  te aparezco, no te prometo nada-  contesto Gerardo. Salir le costaba como cada día en la oficina, saberse cerca de gente que se divierte, aunque era lo que más ansiaba, le generaba una ansiedad que pronto se convertía en pánico…lo único irremediable es la muerte le dijo el padre, el mismo que se dejó morir en la guardia tras haber soportado una enfermedad durante varios años, admitiendo que uno fallece en la hora pactada y no antes ni después.

Dudo que pueda olvidarlo, él en la habitación, el padre en la camilla, las sondas, los estabilizadores, el llanto contenido y las lágrimas que no se daban por aludida mientras corrían por su cara. La cara del padre gorda y amarilla, la piel tensa y el cuadriculado de los músculos con líneas rojas y azules violetas,  las ojeras que ya parecían pozos de agua sucia y sus ojos que simulaban un laberinto oscuro, intentaban fijarse en los del hijo. Cada tanto  se daban vueltas y volvían al eje en sólo unos  segundos, parecían que querían hablar pero algo los ahogaba, los callaba y lentamente el blanco los apoderaba. Sin embargo,  el hijo pedía  a gritos desencajados que no lo abandone, que lo necesitaba. Con la mirada  intentaba transmitirle la fuerza que requería el moribundo. Con sus brazos fuertes lo zamarreaba obligando a que se levantara,  mientras el doctor y la enfermera intentaban sacarlo de la sala. Pero él no, lo intentó hasta que el monitor anunció el bip de cese, y sintió que algo más que su padre se le evaneció en ese momento. 
 
Guardó en su bolsillo el papel. Seguía agachado. No pudo enderezarse. Algo en el ojo de la cerradura lo invitó a mirar, algo que respiraba y se ahogaba, algo que se fundió con el ojo mismo de la cerradura y con su propio ojo. Algo que, créanme, le era más familiar  de lo que él suponía algo que  si no lo fulmina, lo deja atrapado en un cuadro psiquiátrico de por vida.   

 

Protocolo de escritura

El relato  que en el blog lleva el nombre “Ojo por ojo”, y que luego en el trabajo de reescritura se lo cambió por “El enemigo en casa”, tuvo un protocolo anterior  (clase nº3) en el cual se dio cuenta de elecciones que se tomaron en grupo y a partir de una consigan para llevar a cabo. La referente “a mirar a través del ojo de la cerradura”, y que proponía descripciones de ambientes y luego la inserción de un personaje. De esas decisiones primarias y de ese relato se tuvo que realizar las siguientes modificaciones:
1)   Cambié algunos verbos de estado en la descripción e  incorporé verbos de acción para que remitieran claramente a Gerardo Pogonza y lo que le sucede.
2) Agregué una última frase,  luego de terminar de escribir el cuento final y tras hacer una relectura, dado que a mí parecer no quedaba esclarecida la relación entre la primera parte y el desarrollo del cuento. Entonces  que lo conducía a un profundo abismo sin retorno” daba por un lado,  una continuidad al relato a la vez  que  cerraba  la historia contada en el nivel textual,  aunque lo abre ilimitadamente en el proceso pos lector.
3)   La inserción del personaje en el texto inicial y lo que allí se contaba sirvieron de excusas para darle en la rescritura un nombre y apellido, un trabajo, un compañero de oficina, para forjarle una vida y unos sentimiento que a su vez dieron lugar a una atmósfera en el cuento que determinó una personalidad, sueños y penares. El hecho del hartazgo y el tedio de Gerardo Pogonza lo delineó el mismo personaje en el proceso compositor…en un principio no buscaba un hombre que sufriera ataques de pánico,  que se encontrará “muerto en vida” como dice el narrador sino que yo pensaba por qué el personaje del anterior texto se encontraba nervioso y qué le pudo haber sucedido en el trabajo para querer llegar rápido a su casa y cuando fui escribiendo me di cuenta que no le había pasado nada en particular sino que este hombre estaba harto de vivir su vida rutinaria.
4)   En cuanto a la inserción de la infracción de tránsito, buscaba incorporar un relato enmarcado, que continúe justificando motivos que por un lado, demuestren que cualquier motivo por más trivial que parezca, para Gerardo era una gota más para llenar su vaso de cotidianidad (por eso una nota de juzgado de falta) y no para derramarlo puesto que no estoy segura, que sea posible que Pogonza sea capaz de darle un giro a su realidad, por lo menos en lo que sucede el tiempo del relato. Y  a demás para incrementar la atmósfera de tedio burocrático.
5)    Las metalepsis y su implementación estuvieron desde el principio en mi cabeza de forma conceptual, pero no sabía Cómo ni dónde redactarla. En la mitad de la escritura me detuve para releer y observé la personalidad del personaje que se había desplegado y se me vino a la mente lecturas anteriores: El proceso de Kafka, El Castillo, del mismo autor y se me ocurrió que se podía  generar la metalepsis, el llamado al lector en la introducción de la acción ficticia  a partir de apelar a otras lecturas que  pudo haber hecho y generar analogía entre los personajes. Creo que en el caso de esta metalepsis,  la generé buscando aliados que comulguen con mi forma de entender el personaje puesto que la redacté pos lectura de primera mitad y ya estaba bastante apartada de ese narrador que se “apoderaba” del escrito cuando fluía la historia. En relación de las otras metalepsis, “Dudo que pueda olvidarlo…” y “ Algo que, créanme, le era más familiar”  se manifestaron naturalmente puesto que como escritora del texto necesitaba, de alguna manera, separarme de lo que iba acaeciendo y hacer evaluaciones de mi propio texto.
6)   Así fue cómo surgió el detalle. Sabía que la esquela encontrada en la puerta de la casa tenía que ser funcional a la historia (fue una de las correcciones del protocolo anterior) y pensé tiempo en ello. Deseaba incorporar una mujer en el relato que lo sacara al personaje de esa atmósfera viciada e imaginaba que detalles redactaría. Pero incorporar un nuevo personaje que no era familiar en la vida de Gerardo me alertaba de no hacerlo correctamente y lejos de seguir tejiendo las redes de significación me vaya para otro lado y no escribiera algo que sirva para la historia de este hombre. Entonces se me ocurrió que incorporar la muerte del padre y los detalles de cómo lo vivenció Gerardo, sería más útil a la hora de continuar forjándole una psiquis en particular.  De acá es que digo lo que la segunda metalepsis sucedió más espontáneamente en el relato.
7) Respecto de la ruptura temporal creo la las analipsis, tanto del padre como de la madre en otro tiempo que no es el del relato en primer grado ( gerando que vuelve de su trabajo a su casa, encuentra la nota, mira por el ojo de la cerradura) son significativas en tanto significan el presente del personaje sus sentimientos de frustacion y sus deseos.
8) El cambio de titulo me pareció que el enemigo en casa era más propicio que el anterior en dos sentidos: el primero porque hay un ojo detras de su puerta esperando para hasecharlo, y el segundo porque creo que el peor enimigo del personaje para no darle un giro a su vida era él mismo.
9)   Cabe destacar que lo escrito y vislumbrado en el protocolo fue producto de la lectura anterior al materia de Occonor y Cortázar, que me sirvieron sobremanera a la hora de entender qué es lo que no puede faltar en un cuento: una historia, y que por más cotidiana y trivial que nos parezca pueden portar potencial literario, porque, lo que la vuelve digna de ser narrada, es el cómo se relata. Y esto lo fuimos construyendo en el trayecto de Escritura Ficcional, a partir de los comentarios, las escrituras, las lecturas y sobre todo a partir de las consignas. Consignas que nos ponían e imponían  un procesos cognitivo consiente de la escritura ficcional.
10)   No sé si el cuento muestra todo lo que procure pero… por suerte existen los protocolos!

 


Trabajo Final
Cuento y protocolo
Benítez, Nuria

Tierra de “Nadie”
¡No pibe, no! ¿Qué hiciste? ¿Cómo vas a garabatear sobre esta pared?  Si te ven los de la casa  te matan. Este paredón es sagrado,  no se toca. El dibujito este es todo un emblema para el barrio… Pibe.
Lo pintó El Gringo en la década del 70’, tres años después de haber  llegado a la Argentina. Tuvo  quilombos con la policía en su tierra natal y  aquí siguió haciendo de las suyas.  La osadía de algunos seres alcanza cotas insospechadas.
El día que pintó esto, la  dueña del paredón le  prometió que lo cuidaría hasta el final de sus días. Y la vieja cumplió con la promesa y mucho más, porque ahora lo cuidan sus nietos. Si te ven metiendo mano, te matan.
El tipo tuvo problemas con la policía por algunas pintadas y hasta con la Fundación Soldi, referente de la cultura de elite de la zona. El propio pintor cuando vino a pintar la Iglesia Santa Ana lo buscó para hacer los frescos que hoy se encuentran en las paredes de adentro, pero El Gringo le dijo que se metiera el pincel donde la espalda pierde el buen nombre. A partir de ese día fue un paria, perseguido por la creme de la creme de Glew.
Con el tiempo creció su popularidad y dicen que se divertía tirándole  la lengua a los que inventaban  leyendas, inexistentes amistades y supuestas correrías nocturnas. No ha faltado quien atribuyó las pintaditas a una imaginativa campaña publicitaria; quien aseguró que el Gringo pertenecía a una secta, otros decían saber de buena ley que en realidad se trataba de un espía.
Igualmente al tipo no le importaba nada. Se convirtió en una sombra fugaz, que dejaba a su paso una estela de color. Dicen que tenía de guardianes a los borrachos y prostitutas de la zona que coincidían en la plaza a altas horas de la noche. Esa que está ahí.
El tipo a pesar de sus cuidadores cayó alguna que otra vez en cana. Una vez para Navidad se hizo una redada, justo en esta esquina. Lo agarraron distraído;  estaban entonces, según testigos presenciales, como si en una operación milimétricamente planeada hubieran capturado al enemigo público número uno. Dicen que le pegaron el rostro al piso, que lo sostuvieron por la espalda y que él giró la cara para ver quién era su verdugo. La mirada del Gringo no emanaba furia sino la intensidad de una verdad que alteró al cabo que lo sometía. Sus ojos azules brillaron como la luna misma. Desprendían millares de pequeños fragmentos luminosos. Otearon el rostro del cabo, desde la cicatriz de su mejilla izquierda hasta la sombra  que se dibujaba en su mejilla derecha. Volvía una y otra vez al movimiento inicial, de izquierda a derecha. Se instalaba un segundo en sus ojos y retomaba el movimiento que lo llevaba a recorrer ese rostro, denunciando en ese gesto al hombre entero.
Fue su  primera detención, se produjo porque alguien lo buchoneó. El Gringo había estampando su firma en el paredón de atrás de la comisaría, sobre una imagen de una prostituta masturbándose. Cuentan que la mina era igual a las de Divito. ¿Sabés quién era Divito? Qué vas a saber vos de Divito, pibe. En fin.  El dibujito era una obra de arte, che. Duró poco. El mismo  comisario junto al resto de la yuta lo taparon en minutos; no le alcanzaban las manos a los tipos. Por ese hecho les quedó de apodo “Los pulpos”.
Dicen que El Gringo era testarudo y que sólo aparentaba no entender mucho el español, que se hacía el dolobou cuando alguien quería entrometerse en su vida. Un amigo mío me contó con lujo de detalles lo que le dijo después de que lo soltaron por el asunto de la prostituta…
¡Claroooo! Me miras como sino supieras de  lo que te hablo. Más de una vez te dije que no le des confianza al tipo. No te resulta extraño que minutos después de conversar con vos te cayera la yuta, que hayan entrado por ambas esquinas, que no tuvieras tiempo de escaparte. Era para encajonarte, flaco. Vos porque sos yanqui  pensás que te las sabés todas, pero no, no es así,  Gringo. Acá la yuta vuela cuando se trata de los pavotes como vos. Eso sí, cuando tienen que buscar a los peces gordos se hacen bien los boludos. Igualmente creo que derrapaste con el dibujito de la putita masturbándose, fue muy fuerte Gringo. Acá nadie construye el chiquero frente a su casa. ¿Qué,  no me entendés? ¿Qué se lo pintaste en el paredón de atrás? Ya sé que se lo pintaste en el paredón de atrás Gringo. No entendés nada Gringo, no entendés nada.
¿Sabés cómo se llama el tipo con el que hablaste? Buchón, así se llama. No, no es el apellido, es un ¿Cómo decirte? Son esos que hablan de más, venden información a la yuta. Sí, sí, por money, money. Pero estos no se van a Las Vegas o a Mónaco como en la canción, Gringo. Estos venden tus palabras, tus pensamientos ¿Entendés? Tenés que tener más cuidado. Entre lo que pintás y los que hablás un día te vamos a encontrar en una zanja. No Gringo en un zaguán no, en una zanja. Pero me cache en diez, hablar con vos en español es más jodido que sacarle el hueso a un doberman.
No me mires así. Y sí Gringo, te fuiste un poquito al carajo ¿Qué querés que te diga?
¿Qué te asesinaron la putita? Todos sabemos quien era esa mina ¿Eso te molestó? ¡Ahh, eso sí es cierto!! Asesinaron tu arte.
El Gringo se hizo famoso en el distrito. Esto es lo único que queda de él. Fueron diez años meta pinta que pinta. Y tan solo este dibujito sobrevivió. Es como dijo un amigo: “A éste sí que no lo pudieron asesinar”. Es como el alma del Gringo…
Es más, vas a pensar que estoy loco pero yo mismo escuché una noche en esta misma esquina, a alguien que cantaba el tango que más le gustaba al Gringo, Nostalgias, ese que dice “Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un sufrir...¿Lo conocés? Qué lo vas a conocer. En fin. Yo y todos los vecinos hemos escuchado pero nadie ha visto al tipo que lo canta, cuando doblás la esquina, la música desaparece de una. El alma del Gringo está acá.
No suelo interrumpir la lectura a mis estimados lectores pero debo advertirles que de aquí en más lo que escribiré no será fruto del ánimo de un escritor que se malgasta en palabras. ¡No! Será la impertinente voz de alguien que se malgasta en la redacción de un diario de cuarta. Cualquiera que conozca una redacción por dentro sabe que es frecuente el gesto desdeñoso del jefe de redacción  cuando lee un original que ha sido impregnado por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.  
              -Uhmmm… ¿Haciendo literatura aquí?
              - Oiga mozo… poesía aquí no… Aquí hacemos noticias… Deje las metáforas para los poetas.
Les aseguro que la historia del Gringo no es materia para una simple crónica policial. La historia del Gringo es sin ninguna duda una de las historias más poéticas que he escuchado.
El Gringo había enloquecido por una mujer;  se enamoró de ella con la desesperación del náufrago que abraza la tabla salvadora. Era morena, de rasgos exóticos. Le sedujo esa oscura melena de cabellos rizados, salvajes, mata de pelo sombría. Lo enloqueció la mirada que surgía de aquellos ojos de acero. Se enamoró por todo lo que había en su figura, porque era fuerte y extraña, por su aire de zíngara, por los ecos que cargaba su cuerpo, por el sol que habitaba su piel y calentaba sus vestiduras. Se enamoró porque ella era el viento mismo hecho silueta que recorría su cuerpo. Porque era sombra peregrina desde la aurora hasta el crepúsculo. Se enamoró en un instante, porque se reconocía en ella, por su existencia de pájaro libre, porque emanaba el silencio que sólo rodea a los seres errantes. La amó por su naturaleza fugitiva, porque era ladrona de almas. Y la odió por todas esas mismas razones. Porque ella no era de “Nadie”. Simplemente era de todos…
Al Gringo nadie lo vio marcharse, nadie lo vio morir. Desapareció con la última pincelada dada al dibujito que hoy tiene de protagonista este cuento.
El Gringo firmaba autógrafos, pibe ¿Me entendés? Yo tengo uno.
¿Qué querés que te diga, pibe? Las paredes de esta esquina hablan por sí mismas.
 Yo que vos me rajo enseguida. En un rato los nietos de la vieja salen, y a vos se te arma.
Rajá, nene, rajá.

Protocolo de escritura.
Luego de leer la consigna para el trabajo final pensé en dos cuentos: “Tierra de Nadie” y “Las patas en las fuentes”. Aunque el segundo había sido comentado en clase y yo tenía las anotaciones de esos comentarios, consideré que el primero había tenido un número mayor de intervenciones, las cuales podían guiarme con mejor tino hacia la reescritura de la versión final.
Decidí que el eje del trabajo estaría guiado por la última intervención hecha,  la cual muestra algunas contradicciones y vacíos en el relato y que ahora debía solucionar.
Elegido el texto y el eje de corrección retomé la consigna y comencé la lectura del cuento. En primer lugar debía cambiar la metalepsis. Leí el material bibliográfico dado en el taller y un trabajo de Jorge Lagos Caamaño “De la metalepsis a la antimetalepsis: de Quintiliano a Genette. En él el autor da un ejemplo de metalepsis que se presenta en la obra “La Niebla” de Unamuno. Este ejemplo me resultó ilustrativo y decidí elegir este modo de introducir la metalepsis en mi relato.
Pensé en el clima del relato e imaginé el paso transgresor de un nivel narrativo a otro. El nuevo narrador sería el escritor del cuento. Mediante un embrague que detiene la voz del narrador inicial doy paso a una metalepsis de autor. El autor (personaje) que elijo es un escritor de cuarta  con algunas ínfulas que trabaja para un diario local. No deseaba que estas ínfulas quedaran expuestas de forma directa por lo tanto decido que esta arrogancia quedara solapada en ciertas expresiones que este personaje realizaría con tono natural y casual como por ejemplo: “(…) cuando lee un original que ha sido impregnado por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.” Haciendo referencia a todos los escritores de ficción y no sólo a su persona.
Una vez establecido el formato general de la metalepsis pensé que un fragmento del texto que había decido borrar cuando leí las intervenciones, encajaría mejor en este proceso. Para ello debí realizar una modificación en la voz del narrador, de primera persona a tercera persona.
Mientras realizaba esta modificación se me ocurrió resolver el tema del título que había quedado pendiente en los anteriores pre-textos. “Tierra de nadie” había sido elegido por su doble significación: aquel espacio donde la norma y el estado no intervienen por diferentes razones, entre ellas una profunda cultura marginal que ha copado el espacio; pensé en su momento en los pasillos de Fuerte Apache y la posibilidad de entender esta negación de presencia de la norma como la posibilidad de interpretar  que,  si no le pertenece   a “Nadie”, por lo tanto, le pertenece a  todos. Surge aquí la idea de utilizar la descripción del personaje de la prostituta como  analogía del espacio y ser el motivo del espíritu “conflictuado” del Gringo.
Otro tema que debía resolver era el del detalle (creí haberlo hecho cuando describí en el último pre-texto a la prostituta). Comencé a leer el cuento  y decidí que no sería un objeto material el que utilizaría para desarrollar el detalle. En realidad me di cuenta que los objetos materiales no tenían mayor relevancia en este relato. Comencé a pensar que cosas estarían con mayor fuerza al servicio de la historia contada. Resolví que la mirada del Gringo en el momento de la detención sería lo más apropiado, no sólo porque le daría al lector la posibilidad de saber algún aspecto físico del personaje, hasta ahora sin revelar, sino porque en esa mirada también estaría la clave para la interpretación del texto.
En este momento que estoy escribiendo el protocolo, cuya actividad me obliga a retomar la lectura del cuento, puedo observar que hay datos innecesarios, que ya no son útiles, ni siquiera afines a las modificaciones realizadas. Por lo tanto comienzo a borrar esos datos. Pienso si en una actividad como esta, donde la escritura del texto está sujeto a una consigna y éste a su vez también a la escritura de otro texto que se desprende de él, será difícil determinar, cuándo se termina la actividad.
Una lectura final da por terminado el trabajo.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El detalle



Tierra de “Nadie”
¡No pibe, no! ¿Qué hiciste? ¿Cómo vas a garabatear sobre esta pared?  Si te ven los de la casa  te matan. Este paredón no se toca. El dibujito este es todo un emblema para el barrio… Pibe, vos no entendés nada.
Esto lo pintó El Gringo para un amigo en la década del 70’. Lo hizo para un linyera; ambos eran extranjeros. Dicen que llegaron a la Argentina por quilombos con la policía y  que aquí siguieron haciendo de las suyas.  La osadía de algunos seres alcanza cotas insospechadas.
El día que pintó esto, dicen, se habría cumplido el que según afirman era el sueño del Gringo. Nadie tiene en claro cuál era ese sueño. Pero la  dueña del paredón  prometió que lo cuidaría hasta el final de sus días. Y la vieja cumplió con la promesa y mucho más, porque ahora lo cuidan sus nietos. Si te ven metiendo mano, te matan.
El tipo tuvo problemas con la policía por algunas pintadas y hasta con la Fundación Soldi, esa que está en la esquina. El propio pintor cuando vino a pintar la Iglesia Santa Ana lo buscó para hacer los frescos que hoy se encuentran en las paredes de adentro, pero El Gringo le dijo que se metiera el pincel donde la espalda pierde el buen nombre. A partir de ese día fue un paria, perseguido por la creme de la creme de Glew.
Con el tiempo creció su popularidad y dicen que se divertía tirándole  la lengua a los que inventaban  leyendas, inexistentes amistades y supuestas correrías nocturnas. No ha faltado quien atribuyó las pintaditas a una imaginativa campaña publicitaria; quien aseguró que el Gringo pertenecía a una secta, otros decían saber de buena ley que en realidad se trataba de un espía.
Igualmente al tipo no le importaba nada. Se convirtió en una sombra fugaz, que dejaba a su paso una estela de color. Dicen que tenía de guardianes a los borrachos y prostitutas de la zona que coincidían en la plaza a altas horas de la noche. Esta que está ahí.
El tipo a pesar de sus cuidadores cayó alguna que otra vez en cana. Una vez para Navidad se hizo una redada, justo en esta esquina. Lo agarraron distraído;  estaban entonces, según testigos presenciales, como si en una operación milimétricamente planeada hubieran capturado al enemigo público número uno.
Fue su  primera detención, se produjo porque alguien lo buchoneó. El Gringo había estampando su firma en el paredón de atrás de la comisaría, sobre una imagen de una prostituta masturbándose. Cuentan que la mina era igual a las de Divito. ¿Sabés quién era Divito? Qué vas a saber vos de Divito, pibe. En fin.  El dibujito era una obra de arte, che. Duró poco. El mismo  comisario junto al resto de la yuta lo taparon en minutos; no le alcanzaban las manos a los tipos. Por ese hecho les quedó de apodo “Los pulpos”.
Dicen que El Gringo era testarudo y que sólo aparentaba no entender mucho el español, que se hacía el dolobou cuando alguien quería entrometerse en su vida. Un amigo mío me contó con lujo de detalles lo que le dijo después de que lo soltaron por el asunto de la prostituta…
¡Claroooo! Me miras como sino supieras de  lo que te hablo. Más de una vez te dije que no le des confianza al tipo. No te resulta extraño que minutos después de conversar con vos te cayera la yuta, que hayan entrado por ambas esquinas, que no tuvieras tiempo de escaparte. Era para encajonarte, flaco. Vos porque sos yanqui  pensás que te las sabés todas, pero no, no es así,  Gringo. Acá la yuta vuela cuando se trata de los pavotes como vos. Eso sí, cuando tienen que buscar a los peces gordos se hacen bien los boludos. Igualmente creo que derrapaste con el dibujito de la putita masturbándose, fue muy fuerte Gringo. Acá nadie construye el chiquero frente a su casa. ¿Qué,  no me entendés? ¿Qué se lo pintaste en el paredón de atrás? Ya sé que se lo pintaste en el paredón de atrás Gringo. No entendés nada Gringo, no entendés nada.
¿Sabés cómo se llama el tipo con el que hablaste? Buchón, así se llama. No, no es el apellido, es un ¿Cómo decirte? Son esos que hablan de más, venden información a la yuta. Sí, sí, por money, money. Pero estos no se van a Las Vegas o a Mónaco como en la canción, Gringo. Estos venden tus palabras, tus pensamientos ¿Entendés? Tenés que tener más cuidado. Entre lo que pintás y los que hablás un día te vamos a encontrar en una zanja. No Gringo en un zaguán no, en una zanja. Pero me cache en diez, hablar con vos en español es más jodido que sacarle el hueso a un doberman.
No me mires así. Y sí Gringo, te fuiste un poquito al carajo ¿Qué querés que te diga?
¿Qué te asesinaron la putita? Todos sabemos quien era esa mina ¿Eso te molestó? ¡Ahh, eso sí es cierto!! Asesinaron tu arte.
El Gringo se hizo famoso en el distrito. Esto es lo único que queda de él. Fueron diez años meta pinta que pinta. Y tan solo este dibujito sobrevivió. Es como dijo un amigo: “A éste sí que no lo pudieron asesinar”. Es como el alma del Gringo. Es más, vas a pensar que estoy loco pero yo mismo escuché una noche en esta misma esquina, a alguien que cantaba el tango que más le gustaba al Gringo, Nostalgias, ese que dice “Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor es un sufrir...¿Lo conocés? Qué lo vas a conocer. En fin. Yo y todos los vecinos hemos escuchado pero nadie ha visto al tipo que lo canta, cuando doblás la esquina, la música desaparece de una. El alma del Gringo está acá.   
¡Claro que estoy aquí! Y les contaré lo que nadie más podrá contarles: Me enamoré de ella, me sentí aturdido por una emoción intensa. Era morena, de rasgos exóticos. Me sedujo la oscura melena de cabellos rizados, salvajes, mata de pelo sombría. Me enloqueció la mirada que surgía de aquellos ojos de acero. Me enamoré por todo lo que había en su figura, porque era fuerte y extraña, por su aire de zíngara, por los ecos que cargaba su cuerpo, por el sol que habitaba su piel y calentaba mis vestiduras. Me enamoré porque ella era el viento mismo hecho silueta que recorría mi cuerpo. Porque era sombra peregrina desde la aurora hasta el crepúsculo. Me enamoré en un instante, porque me reconocí en ella, por su existencia de pájaro libre, porque emanaba el silencio que sólo rodea a los seres errantes. La amé por su naturaleza fugitiva, porque era ladrona de almas.
¿Entienden ustedes por qué la amé? El día que me amó, pinté este mural donde ahora  habito, donde habita mi alma y mi historia. Yo sé que los cuentos mienten para contar su verdad…  
El Gringo firmaba autógrafos ¿Me entendés? Yo tengo uno.
¿Qué querés que te diga, pibe? Las paredes de esta esquina hablan por sí mismas.
 Yo que vos me rajo enseguida. En un rato los nietos de la vieja salen, y a vos se te arma.
Rajá, nene, rajá.