Cuento Final. Damiana Bella
En cuanto su nariz
rozó la fría superficie de la puerta pudo ver a través del ojo de la cerradura
un rasgo de profunda tensión que orbitaba entre línea y línea; parecían
pinceladas hechas por la mano de un artista que con insolente temple las
facultó para crear un laberinto oscuro. No pudo determinar si partían del
núcleo negro, si éste las paría expulsándolas a la zona periférica o en
realidad se las devoraba. El centro cuya forma es la de un diafragma
contráctil, palpitaba como el corazón de un animal acechado o como el de
alguien que había sido perseguido por la anormalidad de las cosas. De repente
se detenía y en cada detención el núcleo se agrandaba, luego se reducía. Rodeaba
la zona oscura un tapiz blanco craquelado con otras finas líneas rojas. Estas
líneas se mezclaban con las otras del centro. Una enmarañada estructura
circular oscura respiraba, se ahogaba, se fundían con el ojo la cerradura y con
su propio ojo que lo conducía a un profundo abismo sin retorno.
Había sido una extensa jornada,
lo sintió en el cansancio de sus huesos y en una especie de irritación contra
el mundo. Gerardo Pogonza estaba harto de su trabajo, de la computadora, del
horario fijo, del ruido del fax, del café siempre lavado, o su opuesto, quemado
y fuerte. De los chistes que hacia su
compañero Ramírez y de las porciones de mozzarella que siempre pedía en la
pizzería de la esquina. Estaba harto de que le hablara de la pequeña Milagros.
Conocía los dos años de la niña como si fuera su propia hija; que sí se cayó,
que sí había levantado fiebre, que sí dijo una palabra nueva, que sí prefería a
Xuxa, en vez de Panam o al sapo Pepe, que sí la ropa le quedaba chica y Mariana
tuvo que ir al Once por nuevos talles. Todo lo irritaba, todo lo que sucedía
monótonamente, día tras día y hora tras hora en esa oficina de expedientes
judiciales que lejos de acercarlo a su ilusión de terminar con la carrera de
abogacía, y ser él quién llegara a la UFI Nº4 a consultar sobre los movimientos
o citatorios de las causas, seguía siendo el mismo empleado administrativo por
más de ocho años. Le había prometido a su madre, aunque en realidad era una
promesa que se decía para sí, trabajar un tiempito mientras cursaba los dos
años que le faltaban, además conocería colegas, y podría, quién sabe, llegar a trabajar
en un prestigioso bufete de abogados y ser con el tiempo, el Dr. Gerardo
Pogonza, un famosos letrado entre los letrados, le decía, con los ojos llenos
de brillos y esperanzas.
Pero nada de eso sucedía, los
años pasaban y con ellos los sueños se esfumaban. La realidad y el
tedio lo devoraban. Había probado en los primeros años, trabajar y cursar un
par de materias pero sólo había conseguido meter tres de las siete pendientes y
ya a esta altura con casi cuarenta años cumplidos, no sabía que deseaba más sí
ser abogado o tener una pequeña Milagros en su vida.
Recordó el expediente nº3845,
sobre un robo cercano a su domicilio y rápidamente volvió aquella acta que hubiese querido borrar:
Comisaria
Quilmes 5ta
Nota Nº238/13 Noviembre 17 del 2013
Al Sr. Director:
Luis Martínez Arévalo.
Registro Único de Infractores de tránsito
Ciudad de la Plata
Por intermedio
de la presente elevo a Usted acta nº 00114818, GERARDO MATIAS POGONZA, DNI
20.630.631, conductor titular del auto marca Volkswagen, modelo 2002, patente
DER-451, labrada por personal de esta seccional, por motivo de infracción
cometida, mal estacionamiento, lugar calle Rivadavia y Av. Alem. Quilmes
Centro.
A los fines que estime el
tribunal.
La infracción fue un motivo más
para atormentar su existencia. Atormentada, no porque sucedieran cosas extraordinarias, en la vida de este
hombre, sino porque al igual que en El
proceso el señor Pogonza se vio absorto por un mundo burocrático, y lo
mismo que el Sr. K se la pasa
subordinado a expedientes. En esto deberíamos coincidir, pues los caminos
administrativos, provocan en quienes los padece una neurosis alarmante.
Estaba acomodando su cuerpo para incorporarse cuando vio un pedazo
de papel blanco que asomaba por debajo de la puerta. Apoyó una rodilla en el
piso y extendió una pierna hacia atrás. Si era lo que esperaba, daría
sepultura, por lo menos por esa noche (y quién sabe a su presente que se
convertía día tras día, en un enemigo sin tregua) a las horas de fastidio,
malhumor e irritación que lo habían acompañado gran parte de este último tiempo.
Tardó segundos en abrir la nota y leer –Te
espero en Café San Juan. Lo único irremediable es la muerte. No te retrases.-
Aunque no quiso volver al centro del cual
siempre buscaba huir, la frase lo llevó donde siempre. Lo único irremediable es
la muerte le habría dicho su padre días antes de su fallecimiento y Gerardo
lejos de buscar la vida, cada día se aceraba más a una muerte disfrazada de vida. Lo único que hacía era levantarse, ir
al trabajo, pasar por el kiosco del tano y seguir las cuadras que faltaban
hasta su casa. – Veníte el sábado, comemos algo en la pizzería del juzgado y
después vemos… podemos ir para el boliche- le dijo el tano el pasado viernes.
–No se capaz te aparezco, no te prometo
nada- contesto Gerardo. Salir le costaba
como cada día en la oficina, saberse cerca de gente que se divierte, aunque era
lo que más ansiaba, le generaba una ansiedad que pronto se convertía en
pánico…lo único irremediable es la muerte le dijo el padre, el mismo que se
dejó morir en la guardia tras haber soportado una enfermedad durante varios
años, admitiendo que uno fallece en la hora pactada y no antes ni después.
Dudo que pueda olvidarlo, él en
la habitación, el padre en la camilla, las sondas, los estabilizadores, el llanto
contenido y las lágrimas que no se daban por aludida mientras corrían por su
cara. La cara del padre gorda y amarilla, la piel tensa y el cuadriculado de
los músculos con líneas rojas y azules violetas, las ojeras que ya parecían pozos de agua sucia
y sus ojos que simulaban un laberinto oscuro, intentaban fijarse en los del
hijo. Cada tanto se daban vueltas y
volvían al eje en sólo unos segundos,
parecían que querían hablar pero algo los ahogaba, los callaba y lentamente el
blanco los apoderaba. Sin embargo, el
hijo pedía a gritos desencajados que no
lo abandone, que lo necesitaba. Con la mirada
intentaba transmitirle la fuerza que requería el moribundo. Con sus
brazos fuertes lo zamarreaba obligando a que se levantara, mientras el doctor y la enfermera intentaban
sacarlo de la sala. Pero él no, lo intentó hasta que el monitor anunció el bip
de cese, y sintió que algo más que su padre se le evaneció en ese momento.
Protocolo
de escritura
El relato que en el blog lleva el nombre “Ojo por ojo”,
y que luego en el trabajo de reescritura se lo cambió por “El enemigo en casa”, tuvo un protocolo anterior (clase nº3) en el cual se dio cuenta de elecciones
que se tomaron en grupo y a partir de una consigan para llevar a cabo. La referente
“a mirar a través del ojo de la cerradura”, y que proponía descripciones de
ambientes y luego la inserción de un personaje. De esas decisiones primarias y
de ese relato se tuvo que realizar las siguientes modificaciones:
1)
Cambié
algunos verbos de estado en la descripción e
incorporé verbos de acción para que remitieran claramente a Gerardo
Pogonza y lo que le sucede.2) Agregué una última frase, luego de terminar de escribir el cuento final y tras hacer una relectura, dado que a mí parecer no quedaba esclarecida la relación entre la primera parte y el desarrollo del cuento. Entonces “que lo conducía a un profundo abismo sin retorno” daba por un lado, una continuidad al relato a la vez que cerraba la historia contada en el nivel textual, aunque lo abre ilimitadamente en el proceso pos lector.
3) La inserción del personaje en el texto inicial y lo que allí se contaba sirvieron de excusas para darle en la rescritura un nombre y apellido, un trabajo, un compañero de oficina, para forjarle una vida y unos sentimiento que a su vez dieron lugar a una atmósfera en el cuento que determinó una personalidad, sueños y penares. El hecho del hartazgo y el tedio de Gerardo Pogonza lo delineó el mismo personaje en el proceso compositor…en un principio no buscaba un hombre que sufriera ataques de pánico, que se encontrará “muerto en vida” como dice el narrador sino que yo pensaba por qué el personaje del anterior texto se encontraba nervioso y qué le pudo haber sucedido en el trabajo para querer llegar rápido a su casa y cuando fui escribiendo me di cuenta que no le había pasado nada en particular sino que este hombre estaba harto de vivir su vida rutinaria.
4) En cuanto a la inserción de la infracción de tránsito, buscaba incorporar un relato enmarcado, que continúe justificando motivos que por un lado, demuestren que cualquier motivo por más trivial que parezca, para Gerardo era una gota más para llenar su vaso de cotidianidad (por eso una nota de juzgado de falta) y no para derramarlo puesto que no estoy segura, que sea posible que Pogonza sea capaz de darle un giro a su realidad, por lo menos en lo que sucede el tiempo del relato. Y a demás para incrementar la atmósfera de tedio burocrático.
5) Las metalepsis y su implementación estuvieron desde el principio en mi cabeza de forma conceptual, pero no sabía Cómo ni dónde redactarla. En la mitad de la escritura me detuve para releer y observé la personalidad del personaje que se había desplegado y se me vino a la mente lecturas anteriores: El proceso de Kafka, El Castillo, del mismo autor y se me ocurrió que se podía generar la metalepsis, el llamado al lector en la introducción de la acción ficticia a partir de apelar a otras lecturas que pudo haber hecho y generar analogía entre los personajes. Creo que en el caso de esta metalepsis, la generé buscando aliados que comulguen con mi forma de entender el personaje puesto que la redacté pos lectura de primera mitad y ya estaba bastante apartada de ese narrador que se “apoderaba” del escrito cuando fluía la historia. En relación de las otras metalepsis, “Dudo que pueda olvidarlo…” y “ Algo que, créanme, le era más familiar” se manifestaron naturalmente puesto que como escritora del texto necesitaba, de alguna manera, separarme de lo que iba acaeciendo y hacer evaluaciones de mi propio texto.
6) Así fue cómo surgió el detalle. Sabía que la esquela encontrada en la puerta de la casa tenía que ser funcional a la historia (fue una de las correcciones del protocolo anterior) y pensé tiempo en ello. Deseaba incorporar una mujer en el relato que lo sacara al personaje de esa atmósfera viciada e imaginaba que detalles redactaría. Pero incorporar un nuevo personaje que no era familiar en la vida de Gerardo me alertaba de no hacerlo correctamente y lejos de seguir tejiendo las redes de significación me vaya para otro lado y no escribiera algo que sirva para la historia de este hombre. Entonces se me ocurrió que incorporar la muerte del padre y los detalles de cómo lo vivenció Gerardo, sería más útil a la hora de continuar forjándole una psiquis en particular. De acá es que digo lo que la segunda metalepsis sucedió más espontáneamente en el relato.
7) Respecto de la ruptura temporal creo la las analipsis, tanto del padre como de la madre en otro tiempo que no es el del relato en primer grado ( gerando que vuelve de su trabajo a su casa, encuentra la nota, mira por el ojo de la cerradura) son significativas en tanto significan el presente del personaje sus sentimientos de frustacion y sus deseos.
8) El cambio de titulo me pareció que el enemigo en casa era más propicio que el anterior en dos sentidos: el primero porque hay un ojo detras de su puerta esperando para hasecharlo, y el segundo porque creo que el peor enimigo del personaje para no darle un giro a su vida era él mismo.
9) Cabe destacar que lo escrito y vislumbrado en el protocolo fue producto de la lectura anterior al materia de Occonor y Cortázar, que me sirvieron sobremanera a la hora de entender qué es lo que no puede faltar en un cuento: una historia, y que por más cotidiana y trivial que nos parezca pueden portar potencial literario, porque, lo que la vuelve digna de ser narrada, es el cómo se relata. Y esto lo fuimos construyendo en el trayecto de Escritura Ficcional, a partir de los comentarios, las escrituras, las lecturas y sobre todo a partir de las consignas. Consignas que nos ponían e imponían un procesos cognitivo consiente de la escritura ficcional.
10) No sé si el cuento muestra todo lo que procure pero… por suerte existen los protocolos!
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