Trabajo Final
Cuento y protocolo
Benítez, Nuria
Tierra de “Nadie”
¡No pibe, no! ¿Qué
hiciste? ¿Cómo vas a garabatear sobre esta pared? Si te ven los de la casa te matan. Este paredón es sagrado, no se toca. El dibujito este es todo un
emblema para el barrio… Pibe.
Lo pintó El Gringo
en la década del 70’, tres años después de haber llegado a la Argentina. Tuvo quilombos con la policía en su tierra natal
y aquí siguió haciendo de las
suyas. La osadía de algunos seres
alcanza cotas insospechadas.
El día que pintó
esto, la dueña del paredón le prometió que lo cuidaría hasta el final de sus
días. Y la vieja cumplió con la promesa y mucho más, porque ahora lo cuidan sus
nietos. Si te ven metiendo mano, te matan.
El tipo tuvo
problemas con la policía por algunas pintadas y hasta con la Fundación Soldi,
referente de la cultura de elite de la zona. El propio pintor cuando vino a
pintar la Iglesia Santa Ana lo buscó para hacer los frescos que hoy se
encuentran en las paredes de adentro, pero El Gringo le dijo que se metiera el
pincel donde la espalda pierde el buen nombre. A partir de ese día fue un
paria, perseguido por la creme de la creme de Glew.
Con el tiempo
creció su popularidad y dicen que se divertía tirándole la lengua a los que inventaban leyendas, inexistentes amistades y supuestas
correrías nocturnas. No ha faltado quien atribuyó las pintaditas a una imaginativa
campaña publicitaria; quien aseguró que el Gringo pertenecía a una secta, otros
decían saber de buena ley que en realidad se trataba de un espía.
Igualmente al tipo
no le importaba nada. Se convirtió en una sombra fugaz, que dejaba a su paso
una estela de color. Dicen que tenía de guardianes a los borrachos y
prostitutas de la zona que coincidían en la plaza a altas horas de la noche.
Esa que está ahí.
El tipo a pesar de
sus cuidadores cayó alguna que otra vez en cana. Una vez para Navidad se hizo
una redada, justo en esta esquina. Lo agarraron distraído; estaban entonces, según testigos
presenciales, como si en una operación milimétricamente planeada hubieran
capturado al enemigo público número uno. Dicen que le pegaron el rostro al
piso, que lo sostuvieron por la espalda y que él giró la cara para ver quién
era su verdugo. La mirada del Gringo no emanaba furia sino la intensidad de una
verdad que alteró al cabo que lo sometía. Sus ojos azules brillaron como la
luna misma. Desprendían millares de pequeños fragmentos luminosos. Otearon el
rostro del cabo, desde la cicatriz de su mejilla izquierda hasta la sombra que se dibujaba en su mejilla derecha. Volvía
una y otra vez al movimiento inicial, de izquierda a derecha. Se instalaba un
segundo en sus ojos y retomaba el movimiento que lo llevaba a recorrer ese
rostro, denunciando en ese gesto al hombre entero.
Fue su primera detención, se produjo porque alguien
lo buchoneó. El Gringo había estampando su firma en el paredón de atrás de la
comisaría, sobre una imagen de una prostituta masturbándose. Cuentan que la
mina era igual a las de Divito. ¿Sabés quién era Divito? Qué vas a saber vos de
Divito, pibe. En fin. El dibujito era
una obra de arte, che. Duró poco. El mismo
comisario junto al resto de la yuta lo taparon en minutos; no le
alcanzaban las manos a los tipos. Por ese hecho les quedó de apodo “Los pulpos”.
Dicen que El Gringo
era testarudo y que sólo aparentaba no entender mucho el español, que se hacía
el dolobou cuando alguien quería entrometerse en su vida. Un amigo mío me contó
con lujo de detalles lo que le dijo después de que lo soltaron por el asunto de
la prostituta…
¡Claroooo! Me miras como sino supieras de lo que te hablo. Más de una vez te dije que
no le des confianza al tipo. No te resulta extraño que minutos después de
conversar con vos te cayera la yuta, que hayan entrado por ambas esquinas, que
no tuvieras tiempo de escaparte. Era para encajonarte, flaco. Vos porque sos
yanqui pensás que te las sabés todas,
pero no, no es así, Gringo. Acá la yuta
vuela cuando se trata de los pavotes como vos. Eso sí, cuando tienen que buscar
a los peces gordos se hacen bien los boludos. Igualmente creo que derrapaste
con el dibujito de la putita masturbándose, fue muy fuerte Gringo. Acá nadie
construye el chiquero frente a su casa. ¿Qué,
no me entendés? ¿Qué se lo pintaste en el paredón de atrás? Ya sé que se
lo pintaste en el paredón de atrás Gringo. No entendés nada Gringo, no entendés
nada.
¿Sabés cómo se llama el tipo con el que hablaste? Buchón,
así se llama. No, no es el apellido, es un ¿Cómo decirte? Son esos que hablan
de más, venden información a la yuta. Sí, sí, por money, money. Pero estos no
se van a Las Vegas o a Mónaco como en la canción, Gringo. Estos venden tus palabras, tus pensamientos ¿Entendés? Tenés que tener más cuidado. Entre lo que
pintás y los que hablás un día te vamos a
encontrar en una zanja. No Gringo en un zaguán no, en una zanja. Pero me cache
en diez, hablar con vos en español es más jodido que sacarle el hueso a un
doberman.
No me mires así. Y sí Gringo, te fuiste un poquito al
carajo ¿Qué querés que te diga?
¿Qué te asesinaron la putita? Todos sabemos quien era esa
mina ¿Eso te molestó? ¡Ahh, eso sí es cierto!! Asesinaron tu arte.
El Gringo se hizo
famoso en el distrito. Esto es lo único que queda de él. Fueron diez años meta
pinta que pinta. Y tan solo este dibujito sobrevivió. Es como dijo un amigo: “A
éste sí que no lo pudieron asesinar”. Es como el alma del Gringo…
Es más, vas a
pensar que estoy loco pero yo mismo escuché una noche en esta misma esquina, a
alguien que cantaba el tango que más le gustaba al Gringo, Nostalgias, ese que
dice “Quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor que más que amor
es un sufrir...¿Lo conocés? Qué lo vas a conocer. En fin. Yo y todos los
vecinos hemos escuchado pero nadie ha visto al tipo que lo canta, cuando doblás
la esquina, la música desaparece de una. El alma del Gringo está acá.
No suelo
interrumpir la lectura a mis estimados lectores pero debo advertirles que de
aquí en más lo que escribiré no será fruto del ánimo de un escritor que se malgasta
en palabras. ¡No! Será la impertinente voz de alguien que se malgasta en la
redacción de un diario de cuarta. Cualquiera que conozca una redacción por
dentro sabe que es frecuente el gesto desdeñoso del jefe de redacción cuando lee un original que ha sido impregnado
por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.
-Uhmmm… ¿Haciendo literatura
aquí?
- Oiga mozo… poesía aquí no… Aquí
hacemos noticias… Deje las metáforas para los poetas.
Les aseguro que la
historia del Gringo no es materia para una simple crónica policial. La historia
del Gringo es sin ninguna duda una de las historias más poéticas que he
escuchado.
El Gringo había
enloquecido por una mujer; se enamoró de
ella con la desesperación del náufrago que abraza la tabla salvadora. Era
morena, de rasgos exóticos. Le sedujo esa oscura melena de cabellos rizados,
salvajes, mata de pelo sombría. Lo enloqueció la mirada que surgía de aquellos
ojos de acero. Se enamoró por todo lo que había en su figura, porque era fuerte
y extraña, por su aire de zíngara, por los ecos que cargaba su cuerpo, por el
sol que habitaba su piel y calentaba sus vestiduras. Se enamoró porque ella era
el viento mismo hecho silueta que recorría su cuerpo. Porque era sombra
peregrina desde la aurora hasta el crepúsculo. Se enamoró en un instante,
porque se reconocía en ella, por su existencia de pájaro libre, porque emanaba
el silencio que sólo rodea a los seres errantes. La amó por su naturaleza fugitiva,
porque era ladrona de almas. Y la odió por todas esas mismas razones. Porque
ella no era de “Nadie”. Simplemente era de todos…
Al Gringo nadie lo
vio marcharse, nadie lo vio morir. Desapareció con la última pincelada dada al
dibujito que hoy tiene de protagonista este cuento.
El Gringo firmaba
autógrafos, pibe ¿Me entendés? Yo tengo uno.
¿Qué querés que te
diga, pibe? Las paredes de esta esquina hablan por sí mismas.
Yo que vos me rajo enseguida. En un rato los
nietos de la vieja salen, y a vos se te arma.
Rajá, nene, rajá.
Protocolo de
escritura.
Luego de leer la
consigna para el trabajo final pensé en dos cuentos: “Tierra de Nadie” y “Las
patas en las fuentes”. Aunque el segundo había sido comentado en clase y yo
tenía las anotaciones de esos comentarios, consideré que el primero había
tenido un número mayor de intervenciones, las cuales podían guiarme con mejor
tino hacia la reescritura de la versión final.
Decidí que el eje
del trabajo estaría guiado por la última intervención hecha, la cual muestra algunas contradicciones y
vacíos en el relato y que ahora debía solucionar.
Elegido el texto y
el eje de corrección retomé la consigna y comencé la lectura del cuento. En
primer lugar debía cambiar la metalepsis. Leí el material bibliográfico dado en
el taller y un trabajo de Jorge Lagos Caamaño “De la metalepsis a la
antimetalepsis: de Quintiliano a Genette. En él el autor da un ejemplo de
metalepsis que se presenta en la obra “La Niebla” de Unamuno. Este ejemplo me
resultó ilustrativo y decidí elegir este modo de introducir la metalepsis en mi
relato.
Pensé en el clima
del relato e imaginé el paso transgresor de un nivel narrativo a otro. El nuevo
narrador sería el escritor del cuento. Mediante un embrague que detiene la voz
del narrador inicial doy paso a una metalepsis de autor. El autor (personaje)
que elijo es un escritor de cuarta con
algunas ínfulas que trabaja para un diario local. No deseaba que estas ínfulas
quedaran expuestas de forma directa por lo tanto decido que esta arrogancia
quedara solapada en ciertas expresiones que este personaje realizaría con tono
natural y casual como por ejemplo: “(…) cuando lee un original que ha sido
impregnado por esa tónica que sólo los narradores de ficción pueden lograr.”
Haciendo referencia a todos los escritores de ficción y no sólo a su persona.
Una vez establecido
el formato general de la metalepsis pensé que un fragmento del texto que había
decido borrar cuando leí las intervenciones, encajaría mejor en este proceso.
Para ello debí realizar una modificación en la voz del narrador, de primera
persona a tercera persona.
Mientras realizaba
esta modificación se me ocurrió resolver el tema del título que había quedado
pendiente en los anteriores pre-textos. “Tierra de nadie” había sido elegido
por su doble significación: aquel espacio donde la norma y el estado no
intervienen por diferentes razones, entre ellas una profunda cultura marginal
que ha copado el espacio; pensé en su momento en los pasillos de Fuerte Apache
y la posibilidad de entender esta negación de presencia de la norma como la
posibilidad de interpretar que, si no le pertenece a “Nadie”, por lo tanto, le pertenece a todos. Surge aquí la idea de utilizar la
descripción del personaje de la prostituta como analogía del espacio y ser el motivo del
espíritu “conflictuado” del Gringo.
Otro tema que debía
resolver era el del detalle (creí haberlo hecho cuando describí en el último
pre-texto a la prostituta). Comencé a leer el cuento y decidí que no sería un objeto material el
que utilizaría para desarrollar el detalle. En realidad me di cuenta que los
objetos materiales no tenían mayor relevancia en este relato. Comencé a pensar
que cosas estarían con mayor fuerza al servicio de la historia contada. Resolví
que la mirada del Gringo en el momento de la detención sería lo más apropiado,
no sólo porque le daría al lector la posibilidad de saber algún aspecto físico
del personaje, hasta ahora sin revelar, sino porque en esa mirada también
estaría la clave para la interpretación del texto.
En este momento que
estoy escribiendo el protocolo, cuya actividad me obliga a retomar la lectura
del cuento, puedo observar que hay datos innecesarios, que ya no son útiles, ni
siquiera afines a las modificaciones realizadas. Por lo tanto comienzo a borrar
esos datos. Pienso si en una actividad como esta, donde la escritura del texto
está sujeto a una consigna y éste a su vez también a la escritura de otro texto
que se desprende de él, será difícil determinar, cuándo se termina la
actividad.
Una lectura final
da por terminado el trabajo.