jueves, 24 de octubre de 2013


Tierra de “Nadie”


¡No pibe, no! ¿Qué haces? Si te ve la vieja te mata. Este paredón no se toca. El dibujito este es todo un emblema para el barrio… Pibe, vos no entendés nada. Esto lo pintó el Gringo para un amigo en la década del 70’. Lo hizo para un linyera; ambos eran extranjeros, dicen que llegaron a la Argentina por quilombos con la policía y que aquí siguieron haciendo de las suyas. La osadía de algunos seres alcanza cotas insospechadas.


El día que pintó esto, dicen, se habría cumplido, según afirman el sueño del Gringo. La dueña del paredón le prometió que lo cuidaría hasta el final de sus días. Y la vieja cumplió con la promesa y mucho más, porque ahora lo cuidan sus nietos. Si te ven metiendo mano, te matan.


El tipo tuvo problemas con la policía por algunas pintadas y hasta con la Fundación Soldi, esa que está en la esquina. El propio pintor cuando vino a pintar la Iglesia Santa Ana lo buscó para hacer los frescos que hoy se encuentran en el interior, pero el Gringo le dijo que se metiera el pincel donde la espalda pierde el buen nombre. A partir de ese día fue un paria, perseguido por la creme de la creme de Glew.


Igualmente al tipo no le importaba nada. Se convirtió en una sombra fugaz, sin nombre y apellido que dejaba a su paso una estela de color. Dicen que tenía de guardianes a los borrachos y prostitutas de la zona que coincidían en la plaza a altas horas de la noche. Esta que está ahí.


El tipo a pesar de sus cuidadores cayó alguna que otra vez en cana. Una vez para Navidad se hizo una redada, justo en esta esquina. Lo agarraron distraído, estaban entonces, según testigos presenciales, como si en una operación milimétricamente planeada, hubieran capturado al enemigo público número uno.


Este no fue el único encuentro con los guardianes de la ley. Su primera detención se había producido cuando un policía lo pescó estampando su firma en el paredón de atrás de la comisaría, sobre una imagen de una prostituta masturbándose. Dicen que era una obra de arte, che. Duró poco. El mismo comisario junto al resto de la yuta lo taparon en minutos; no le alcanzaban las manos al tipo. Por ese hecho al de la gorra le quedó de apodo “El pulpo”.


¿Entendés, pibe? El Gringo se hizo famoso en el distrito. Fueron diez años meta pinta que pinta. ¿Y vos querés estropear su obra magna? No entendés nada, pibe.


El Gringo firmaba autógrafos ¿Me entendés? Yo tengo uno.


Con el tiempo creció su popularidad y dicen que se divertía tirándole la lengua a los que inventaban leyendas, inexistentes amistades y supuestas correrías nocturnas. No ha faltado quien atribuyó las pintadas a una falsa campaña publicitaria, quien aseguró que obedecían a las herméticas maniobras de infiltración de una secta, o quien aducía saber de buena tinta que en realidad se trataba de un espía


¿Qué querés que te diga? Las paredes de esta esquina hablan por sí solas. Yo que vos me rajo enseguida, porque en un rato, esto… esto se convierte en tierra de “Nadie".

1 comentario:

  1. El grafiti seleccionado para el trabajo se caracteriza por la falta de texto. No es un estencil; el autor tampoco entraría en la categoría de pixador. Se trata de un “lindo dibujito”, de acuerdo con el artículo de Página / 12.
    El texto cumple con la consigna, ya que se produce una oscilación entre el pasado y el presente en el relato. El tiempo base es el momento en que el personaje a quien el narrador le cede la voz intenta disuadir a alguien (el “vos” al que se dirige) de grafitear sobre la pintada que ya se encuentra en la pared frente a la que conversan. Entre enunciador y enunciatario existe una clara diferencia de edad, señalizada a través del vocativo “pibe”. Esta diferencia justifica la analepsis, ya que el joven no conoce la historia de la pintada que está por “profanar” (la historia narrada tiene una función explicativa: en el relato enmarcado, el grafiti fue pintado por un tal "Gringo" en los '70, para un amigo, como una forma de resistencia a la autoridad policial). El personaje se convierte, entonces, en narrador de un relato en pasado en el cual el protagonista es el Gringo. Este relato se ve interrumpido reiteradamente por preguntas que el personaje del primer nivel narrativo dirige a su interlocutor (“¿Entendés, pibe?”) Estas preguntas, al igual que deícticos como “esta esquina”, funcionan como rupturas. El cambio del presente al pretérito también es marca de analepsis, como en el cuento “Una mamá argentina”, en el que la oscilación se marca principalmente a través del uso del pretérito perfecto simple, el pluscuamperfecto y la forma perifrástica de futuro para el tiempo base, la analepsis y la prolepsis, respectivamente.
    Cuando el personaje asume la función narrativa, lo hace como un narrador heterodiegético: lo que relata lo sabe porque se lo contaron:“dicen”, “No ha faltado quien atribuyó” (sic), “Según testigos presenciales”. Esto colabora en la elevación de esta historia al estatuto de leyenda urbana.
    La historia en pasado tiene a su vez niveles, en lo que a la temporalidad se refiere: también aquí hay un tiempo base, que corresponde a lo que sucedió “el día que pintó esto”, analepsis (probablemente, algunas de la “aventuras” referidas se produjeron antes de la pintada de la que se habla en el relato, aunque no hay marcas textuales que permitan afirmarlo) y prolepsis (“y la vieja cumplió con su promesa”). Se introduce también la asincronía de resumen cuando se incluye en el texto la siguiente frase: “Fueron diez años meta pinta que pinta…” Por último, se emplea la pausa de tipo reflexiva, con función demarcativa, cuando el narrador dice: “La osadía de algunos seres alcanza cotas insospechadas”...
    Por último, en el primer nivel narrativo también hay una prolepsis, allí donde el personaje advierte que “en un rato, esto… esto se convierte en tierra de ‘Nadie’”.

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